Publicado en El Día 29/03/16

EDITORIAL

Evitar acciones que provoquen un daño irreparable para el patrimonio natural de la Región

Los reclamos y denuncias formulados por ambientalistas y vecinos, relacionados a una tarea de tala de árboles con vegetación autóctona que estaría afectando gravemente a un sector de dos hectáreas del Monte Ribereño ubicado entre Berisso y Ensenada, con todas las consecuencias negativas que ello puede acarrear, merecen la más rápida atención y respuesta por parte de las autoridades responsables.
Tal como se informó, la tala se estaría desarrollando en una zona comprendida entre elAstillero Río Santiago, el río Santiago, el canal Oeste del Puerto La Plata y el confín de la mancha urbana ensenadense.
La organización no gubernamental Nuevo Ambiente indicó que a fines de la semana pasada recibió varias denuncias vecinales, procurándose determinar quiénes ordenaron el desmonte que se realiza en tierras fiscales y que se concretó en los feriados de Semana Santa, en trabajos que, presumiblemente, violan normas de diferente rango.
Los ambientalistas reseñaron que hace dos años ocurrió un episodio de similares características, con una intervención que dejó tres hectáreas de monte arrasado, entre las aproximadamente veinte que tiene la Península de Los Perros -también llamada “Bahía de Los Perros”-, cuya jurisdicción corresponde a Ensenada.
Vuelven a incurrir en lo mismo -sostuvieron- ahora sobre dos hectáreas. En una de ellas habrían actuado “por error”, mientras que por la otra trajeron camiones y maquinaria pesada, aparentemente sin ningún estudio de impacto a un lugar que es paisaje protegido por ley y alberga decenas de especies animales y vegetales, dijeron desde la ONG.
Sea como sea, más allá de los alcances concretos de esta tala, hace ya mucho tiempo que los especialistas y no pocos pobladores de la zona vienen presentando denuncias y advertencias sobre eventuales y graves perjuicios ambientales en la franja costera, acompañados por diversos pedidos de preservación de los montes ribereños y de los humedales existentes, no sólo por los distintos tipos de contaminación que sufre el frente costero del Río de la Plata sino, también, como derivación de la mano del hombre.
Se ha dicho aquí en ocasiones anteriores y a grandes rasgos que permitir que una desaprensiva acción humana interrumpa una interacción entre los montes y el río podría acelerar un proceso de deterioro irreversible. Tampoco deberían echarse en saco roto las enseñanzas que dejaron las trágicas inundaciones registradas en nuestra zona, demostrativas de la negativa incidencia que pueden llegar a ejercer las obras mal planificadas.
Las zonas ribereñas de la Región, con reservas naturales que aún se está a tiempo de salvar, como son la Selva Marginal de Punta Lara, las islas y canales, así como los valiosos humedales existentes, merecen que se haga un esfuerzo serio para su preservación, que significa nada más y nada menos que hacer estudios serios y profundos sobre qué actividades podrían afectarlos, para así ponerlos al margen de toda agresión. La desaparición de la vegetación propia del lugar y la emigración de las aves son daños demasiado graves como para no suponer que las autoridades no harán lo necesario para evitarlos.

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