Publicado en El Mundo de Berisso 26/02/16

HUMEDAL EN CARNE PROPIA / UNA COLUMNA DEL NATURALISTA JULIO MILAT
Canteras vivas
Si tomáramos una imagen aérea de un sector de nuestro partido, desde la terminal de la línea 202 hasta el Hogar de ancianos, siguiendo la Ruta Provincial 15 y desde allí hasta una línea imaginaria dentro del monte, tendríamos casi un rectángulo con muchos círculos en su interior.
Estos círculos llenos de agua forman parte de uno de los ambientes más diverso de nuestro partido, el de las lagunas y canteras.
Lugares de donde antiguamente se extraía conchilla, de la mano de familias históricas, como los González y los Napoleone. 
Estos enormes huecos se llenaron de agua proveniente de lluvias, de napas subterráneas y de una vasta red de canales conectada con el Río de la Plata.
Quizás las más conocidas sean las más próximas a la Montevideo, como las que se ubican pasando la terminal, pero hay infinidad de ellas, metidas en el monte, escondidas detrás de pajonales y juncos.
Son una de las reservas de agua dulce más importante de nuestro partido y brindan refugio a todo el arco de la vida, desde pequeños insectos hasta carpinchos.
Si dibujásemos un perfil podríamos observar las columnas que dependen de ellas. Muchos insectos que necesitan del agua para completar su ciclo de vida y, en busca de ellos como sustento, gran cantidad de peces como mojarras, bagres, palometas, y tras estos las voraces tarariras ocupando la parte superior de la cadena trófica subacuática.
La vegetación acuática flotante sirve de alimento a muchas especies filtradoras como los patos. Entre ellos el pato capuchino, el pato cutirí y el pequeño pato barcino, más modesto en su plumaje.
De los peces también se encargan otras aves que solemos confundir con patos por sus hábitos acuáticos, conocidos como macáes o zambullidores. Estos primos de los pingüinos son excelentes buceadores, así como el biguá, de color negro, este y ojos turquesa.
Y como los peces siguen siendo abundantes, tenemos a los Martín Pescador en tres tamaños: chico, mediano y grande. Se posan en ramas fijas sobre el agua y esperan pacientemente a que un distraído pez se dirija a la superficie; es en ese momento cuando se dispara como una flecha y lo atrapa con su largo pico.
Y están las aves a las que les tocaron patas largas, para meterse en el agua sin mojarse y recorrer las orillas. Ejemplo son la garza blanca grande y su versión reducida, la garcita blanca.
Otras garzas, menos conocidas pero fascinantes, son el hocó colorado, gigante de las canteras, o el mirasol chico, nuestra garza más pequeña, que busca pasar desapercibido entre los ocres y amarillos del pajonal.
Y también están las que casi no vuelan, como gallinetas y burritos, recorriendo el suelo húmedo de las orillas.
Miren si son importantes las canteras, que albergan la especie cuyo único registro para la Argentina… ¡está en Berisso!. Es el benteveo de pico fino.
Podríamos estar horas leyendo sobre los valores de este ambiente, es un humedal completo, donde cada laguna tiene características propias y cada una cumple un objetivo diferente.
Muy profundas; cubiertas con plantas acuáticas; de superficie libre; rodeadas de juncos, espadañas y densos pajonales de paja brava.
Peces, ranas, caracoles, insectos, cumplen sus ciclos vitales en estos espejos de agua, y se convierten en banquete para tantas otras especies visitantes.
Cuando se producen prolongadas sequías en los partidos vecinos, estas lagunas de aguas permanentes funcionan como oasis de vida para muchas especies.
Muchos recordarán las visitas de numerosas bandadas de cisnes de cuello negro, colmando la belleza de las lagunas.
Y también recordarán que además de admiradas, fueron atacadas con armas y palos… carencia de legislación y control.
Preservar y aprovechar estas lagunas como lugares de esparcimiento para el público; pesca con caña y no trasmallo; observación y no tiro al blanco. Apuntamos a esto.
A diez minutos de caminata, bici o auto, aún hoy, Berisso les guarda lugares únicos, para escuchar el silencio y sentirse uno más dentro del paisaje.
Los invito a una tardecita de verano, en familia, a sus orillas. Tereré y después me cuentan.

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